Hay una revolución silenciosa que ya no cabe en la pantalla de televisión. Desde un celular, con un aro de luz y carisma de sobra, miles de jóvenes están redefiniendo lo que entendemos por fama, influencia y éxito.

Conectan con millones desde lo real y lo cotidiano, sin libreto ni permiso de nadie. Según la Guía de Publicidad para Influencers de Indecopi, un influencer es alguien con credibilidad en un tema y capacidad de influir en decisiones de consumo o comportamiento de su comunidad. Y eso es precisamente lo que ocurre: una nueva generación ha tomado la palabra, la cámara y el algoritmo. Un informe de Intersect Intelligence llamado “2025: El futuro del consumo en redes sociales en América Latina” revela que casi la mitad (41.7%) de los peruanos de la Generación Z (18 a 24 años) ya prefieren TikTok como su red social favorita. Esto confirma no solo un cambio en las herramientas de comunicación, sino también en quién tiene hoy la atención y la influencia.

 

Mientras la televisión aún ensaya guiones, los influencers conectan con lenguaje directo, videos sin filtro y cercanía emocional. Es el caso de Valentino, un joven que convirtió su autenticidad en capital social. Con solo un celular y un micrófono, ha logrado más de 4.6 millones de seguidores, compró una casa para su familia y abrió un restaurante con su madre. Su éxito, construido desde lo cotidiano y sin avales institucionales, no es menor: es una historia de superación en tiempo real frente a una audiencia que valora la conexión más que la perfección.

 

Los chicos de Zaca TV, por su parte, han construido un imperio digital desde la comedia, entrevistas y formatos originales que dialogan con una juventud que rara vez prende la tele, pero nunca cierra TikTok o YouTube. La empatía, el humor y la jerga local han sustituido al protocolo y la formalidad. Ellos no se presentan como expertos, sino como amigos que acompañan a su audiencia desde la cercanía y la autenticidad.

 

Este vínculo cotidiano y constante con el contenido digital también ha transformado la forma en que los jóvenes acceden a la información. Más de una cuarta parte (28.3%) de los peruanos de la Generación Z utilizan TikTok como un motor de búsqueda alternativo a Google, según el informe de Intersect Intelligence. Esto confirma que la influencia de estos creadores no se limita al entretenimiento: hoy, también son una fuente primaria, aunque informal, de consulta y referencia para millones.

 

En paralelo, el ecosistema de creadores digitales en Perú se ha multiplicado rápidamente. Según la agencia Influencity, ya hace algunos años se estimaban alrededor de 73.000 influencers activos en el país, muchos de ellos microinfluencers con audiencias específicas y fieles. Esa cifra, sin duda, ha seguido creciendo. Por eso, más allá de los números, es urgente reflexionar sobre el alcance que tienen hoy estos actores digitales en la opinión pública, los hábitos de consumo y las decisiones cotidianas de millones.

 

Y aunque a menudo se les mide solo por seguidores, el rol del influencer va mucho más allá de las métricas. En una era donde la visibilidad es poder, vale preguntarse si están realmente preparados para la influencia que ejercen. Porque con millones de seguidores, una opinión ya no es solo personal: es pública y tiene impacto. La fama puede llegar antes que la reflexión, pero eso no exime de responsabilidad. Ser influyente no es un juego, y la autenticidad no justifica la desinformación ni el discurso irresponsable.

 

Vivimos en una sociedad donde la fama otorga poder sin filtros, y ese poder, aunque informal, ya tiene consecuencias reales. No se trata de censurar ni de idealizar, sino de asumir que quien tiene visibilidad tiene también un rol público, lo quiera o no. Estos creadores no pidieron permiso: tomaron el espacio, lo moldearon y ahora lo habitan con autoridad. No se les debe exigir perfección, pero sí conciencia. Porque hoy, más que nunca, ser escuchado implica responder por lo que se dice.

 

En ese contexto, elegir a quién seguir o con quién colaborar no puede ser una decisión superficial. Aquí tres pautas clave para hacerlo con criterio:

  1. Credibilidad antes que popularidad: No te dejes llevar solo por los seguidores. Evalúa si el influencer realmente domina el tema que aborda.
  2. Valores alineados: Observa qué mensajes transmite, cómo se comunica y si sus principios están en sintonía con los tuyos o los de tu marca.
  3. Impacto real: Más allá del entretenimiento, pregúntate qué influencia tiene en su comunidad: ¿inspira, informa, moviliza o solo entretiene?

Porque hoy, tener audiencia es tener poder. Y con poder, viene el deber de hacerse cargo.

 

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