Mario Vargas Llosa (1936–2025) nos deja un sinfín de enseñanzas, sobre todo a quienes, como él, amamos la comunicación desde distintos ámbitos: el periodismo, la creatividad, la construcción de relatos y el lenguaje como herramienta de transformación. Su obra no es solo un legado para lectores en todo el mundo hispano, también es un archivo de técnicas narrativas que los comunicadores actuales podemos y debemos seguir aprendiendo.

 

Para quienes trabajamos diseñando mensajes, estructurando discursos institucionales, liderando estrategias de contenido, creando storytelling o buscando impacto en entornos saturados de estímulos, la pluma de Vargas Llosa nos permite enriquecer cada detalle que queremos comunicar gracias a la polifonía de su estilo, su dedicación por el detalle y claridad intelectual. Estos son algunos aspectos que la comunicación estratégica necesita hoy en día, es decir, narrativas sólidas, coherentes y, sobre todo, humanas.

 

Leer a Vargas Llosa puede parecer, a primera vista, una actividad alejada del día a día profesional en agencias, medios, oficinas o espacios institucionales. Sin embargo, esto dista de la realidad. Por ejemplo, en el ámbito de la creatividad publicitaria, Vargas Llosa nos enseña que todo gran mensaje necesita un núcleo emocional, una tensión narrativa, una progresión que cautive.

 

En el campo del periodismo, su experiencia como cronista y su visión crítica de la realidad nos recuerdan que informar no es solo transmitir datos, sino interpretar, jerarquizar, investigar con profundidad. Y en el terreno de las relaciones públicas, su manejo del discurso indirecto libre y de las voces múltiples resulta una inspiración para construir mensajes que representen genuinamente a públicos diversos sin perder coherencia narrativa.

 

¿Por qué leerlo hoy?

 

Vivimos tiempos de inmediatez, en los que el algoritmo y la fragmentación dominan la conversación pública, sobre todo en el ámbito digital. En este contexto, la obra de Vargas Llosa se presenta como un acto de resistencia cultural. Leerlo es un aprender a pensar narrativamente, a comunicar con profundidad y, sobre todo, a no subestimar al receptor del mensaje. Su literatura no solo entretiene, también logra formar.

 

Como expertos en comunicación, independientemente si concordamos o no con sus ideas, podemos aprender del activismo de Vargas Llosa y de su compromiso con entender y contar la realidad del país. A lo largo de sus 89 años de vida, fue testigo, y muchas veces protagonista, de los momentos que marcaron nuestra historia. No solo observó, se involucró y pronunció sobre temas relevantes. Esa claridad y compromiso también necesitamos los comunicadores, las marcas y toda persona que busque conectar con el Estado, sector privado y sociedad civil.  

 

Por eso, es importante que su obra sea parte del día a día de los comunicadores, no solo como un ejercicio nostálgico o para conocer distintos personajes, también como una herramienta activa de narración.

 

En definitiva, el legado de Vargas Llosa, vivo en cada página de sus libros, nos invita a ser más rigurosos, más creativos y, sobre todo, más responsables con el poder de contar historias.

 

Por Juan Miguel Jugo.

Fotografía: Andina/Héctor Vinces.