Elaborado por Gabriel Ortiz de Zevallos.

La politización de la justicia y/o la judicialización de la política nos han obligado a todos a formarnos una opinión sobre distintos juicios. Un juicio sin preguntas sería claramente una barbaridad, más bien deberían hacerse todas las preguntas relevantes antes de juzgar. En espacios distintos a una corte hacemos juicios, también, que afectan vidas de personas que no la tienen fácil. Antes de formarnos una opinión sobre las personas que forman parte de lo que se conoce como comunidad LGBTIQ+, preguntar lo suficiente es un mínimo que habría que cumplir para no agregar dificultad a quienes ya enfrentan una pubertad, adolescencia y vida adulta bastante compleja. Los hombres y mujeres heterosexuales conforman la gran mayoría de la población, al punto que quienes la conforman a veces dicen que es lo normal. Eso implica que el resto es anormal, lo que es ofensivo.

 

En estricto sí se puede decir que es lo más frecuente. ¿Tiene ese grupo cómo conocer lo que es la vida de una persona representada por alguna de las letras LGBTIQ+?

 

Experiencia directa no tiene, así que sólo queda preguntar. Los hombres gais son, posiblemente, el grupo más visible de esas siglas y sobre el cual hay menos tabúes. La posibilidad de preguntar de manera directa es más fácil. Cualquiera que haya tenido una conversación con algún amigo o familiar gay sabe lo difícil que le resultó salir del clóset. En el caso de mujeres lesbianas la visibilidad es menor, posiblemente porque todavía es más difícil hacerlo para ellas que para los hombres gay. Muchos conocemos a gais y lesbianas que son grandes personas, y a las que su orientación sexual le ha significado algún grado de hostilidad en distintos entornos.

 

Un grupo mucho menos visible es el de hombres y mujeres bisexuales. Le pregunté a una amiga bisexual cómo reaccionaban las personas cuando conocían su orientación sexual, y me enteré de que los bisexuales no sólo sienten rechazo de los heterosexuales. Gais y lesbianas frecuentemente les enrostran que son bisexuales porque no aceptan plenamente su homosexualidad, como si estuvieran recorriendo un walking closet, digamos. La tentación de opinar sin intentar ponerse primero en los zapatos del otro es humana, al fin y al cabo. Mucho menos visibles son las personas trans e intersexuales. Preguntémonos sobre estas últimas, primero.

 

Chatgipiteando se puede conocer que la población intersexual es entre 0.7% y 1.5% de la población mundial. Esos porcentajes equivalen, aproximadamente, a toda la población de Uruguay y México, respectivamente. No son pocos. Son personas que nacen con características biológicas (genitales, gónadas, cromosomas, hormonas) de hombre y mujer. Esas características son medibles y no están sujetas a discusión. La afirmación de que el ser humano solo puede ser hombre y mujer es falsa, objetivamente. Se cree que es cierta porque aplica al 99% de la población humana, pero las personas intersexuales existen y tienen derechos. A cualquiera le puede tocar un hijo o nieto intersexual y ahí tendría que vivir la hostilidad que hay hacia las personas LGBTIQ+.

 

Hoy hay investigación sobre las personas trans que también encuentra evidencia de que existen características biológicas asociadas a este grupo. Hay estudios que demuestran que las personas trans tienen una estructura cerebral que se asemeja al del género con el cual se identifican en vez del que se les asignó al nacer. Otros estudios identifican factores genéticos y hormonales prenatales. Asimismo, hay evidencia de que la identidad de género no es voluntaria, se consolida a temprana edad y es resistente a intentos de cambio. Al igual que en el caso anterior, tener un hijo o nieto trans, que le puede ocurrir a cualquiera, obligaría a cambiar muchos prejuicios, pero lo justo sería cuestionarse primero para no complicarle la vida más a quienes viven esa realidad.

 

Ponerse en los zapatos del otro es siempre una buena práctica. Para hacerlo hay que sacarse los que usualmente calzamos, dejando de lado nociones preconcebidas que nos pueden parecer muy razonables por estar muy arraigadas en la sociedad, pero no por eso son ciertas. Sometamos nuestros prejuicios a las preguntas que corresponde.