¿Por qué el sector empresarial percibe tanto riesgo de que se incremente el sentimiento anti-empresa en el Perú, si somos uno de los países más emprendedores del mundo?

Muchos líderes se frustran de que el rol del sector privado no sea bien reconocido, y perciben alto riesgo de que la empresa privada deje de ser un modelo deseable para que ganen espacio impulsos anti empresariales. Tal vez por ello en la encuesta a Gerentes Generales de Semana Económica, en agosto de 2021, los líderes señalaban como principal riesgo para sus empresas una entonces improbable asamblea constituyente.

La animadversión de la opinión pública es innegable. Hace menos de un año, solo uno de cada tres encuestados (32%) consideraron que las empresas están contribuyendo con el desarrollo de su región, y menos de uno de cada cinco (18%), que las empresas son íntegras (Ipsos, octubre 2022). Esto sin duda es frustrante (y peligroso) para el sector empresarial.

¿Pero por qué la opinión pública siente esto si somos el país más empresario del mundo?

La madera emprendedora de los peruanos es reconocida. Según “Entrepreneurialism in the Time of the Pandemic” de Ipsos, 2021, el Perú es uno de los países con mayor espíritu emprendedor del mundo, luego solo de Sudáfrica y Colombia entre los países analizados. Tres de cada cinco peruanos quisieran que su trabajo fuera su propio emprendimiento. Según la encuesta “Emprendedores en tiempos de inflación” (Ipsos, 2022), el Perú es el país en el que más personas declaran haber iniciado un negocio, entre los países analizados.

Es cierto que el emprendimiento es muchas veces la respuesta de una persona con garra ante la falta de oportunidades. Pero las empresas que hoy son exitosas alguna vez fueron un emprendimiento, y además de hablarnos de un contexto difícil, los estudios nos hablan de fuerza de los peruanos para salir adelante y para conseguir resultados.

Vaya que hay resultados. Siete de cada diez exportadoras son mypes. Tenemos más empresas por habitante que Colombia, Chile e incluso EE.UU. (según el estudio “Perú: el País más Empresario del Mundo”, de Arellano Márketing). El mejor restaurante del mundo es una empresa peruana, y una empresa peruana fabrica parabrisas para Tesla. Perú es líder mundial en exportación de numerosos productos agrícolas de alto valor. La inmensa mayoría de nuevos puestos de trabajo pueden surgir gracias a la actividad empresarial.

Entonces, ¿qué explica la animadversión? Ayuda desagregar la percepción según el tipo de empresa de la que hablamos. Solo uno de cada cinco de peruanos aproximadamente (22%) confía en la gran empresa (Ipsos, mayo de 2021). Pero mientras tanto, tres de cada cinco (61%) confía en la mediana o pequeña empresa.

Esto significa que esta gran desconfianza no apunta directamente al concepto de empresa, sino a la idea de ser grande. Es en realidad una desconfianza al poder y a cómo se usa.

El Perú en efecto encabeza la lista de países que considera a las grandes empresas como las entidades con más poder, según el Latinobarómetro 2021. La expectativa hacia el poderoso es alta: en un país con tantos problemas, es lógico esperar que el poderoso tome acción para ayudar a resolverlos.

En cambio, el mismo Latinobarómetro señala que una inmensa mayoría de peruanos (86%) cree que “se gobierna para grupos poderosos en su propio beneficio”. Se percibe entonces un mal uso de un gran poder. Cualquiera desconfiaría de aquel que perciba de esta manera.

Entonces, ¿qué puede hacer el sector empresarial? Según esta información, más que dar explicaciones de cómo la empresa privada crea puestos de trabajo y oportunidades, o de lo bueno que es “el modelo”, conviene dar evidencia de que la gran empresa hace buen uso del gran poder que tiene.

El poder bien utilizado beneficia a todos. En esencia, esto podría significar no invertir en defender un status quo que la gente rechaza, sino invertir en liderar los cambios que el Perú necesita. Ser líderes de cambio es importantísimo en un país que requiere tantos cambios. Y las empresas tienen todo el potencial y la experiencia en gestión para conseguirlo.

Por ejemplo, la lucha por la equidad de género avanza a pasos de tortuga desde el sector público. Sin embargo, la mayoría de grandes empresas ya aplican políticas orientadas a la equidad de género. Hay mucho por avanzar, pero mucho se ha avanzado también.

La lucha contra la homofobia no vendrá principalmente desde el sector público, dominado por un conservadurismo que tristemente nos ha dejado como el país más rezagado del continente en la materia (a la par solo de Venezuela y Paraguay). El sector privado formal ha dado mayores evidencias de avanzar en este grave problema.

El crecimiento caótico de nuestras ciudades deriva de la falta de planificación desde el sector público. Las buenas empresas urbanizadoras formales pueden ofrecer una mejor ciudad en sus espacios y en su zona de impacto.

Existen sectores que están invirtiendo y arriesgando en cambiar drásticamente la forma de hacer las cosas. El sector bancario, por ejemplo, está incluyendo en el sistema formal a más peruanos que nunca gracias a las billeteras digitales, cuyo uso es gratuito.

Existen otros sectores, sin embargo, que por dirigir sus esfuerzos a defender el status quo, en vez de liderar un proceso de cambio, se han dado con graves golpes y con que los cambios han sido liderados por otros, por lo general sin suficiente respaldo técnico.

Abrazar el rol de líder de cambio con humildad, con empatía y foco en los trabajadores y la comunidad, puede marcar una diferencia importante dentro de algunos años y llevar el potencial emprendedor del Perú a un nuevo nivel. Problemas nacionales de extrema gravedad, como la lucha contra el racismo o contra la corrupción, son solo ejemplos de temas en los que las grandes empresas pueden marcar una diferencia de manera concreta, si suficientes líderes se compran el pleito en serio.